La Konga siempre pegó fuera de los límites de la ciudad. Y ahora está pegando en la capital cordobesa. Algunos de sus hitazos, como las reversiones de Te Mentiría y El Mismo Aire, abrieron esas puertas. Gustaron en tiempos de pandemia a través de streaming. Lo recalca Pablo Tamagnini. “Sí, nos fue bien. Laburamos mucho en esos tiempos duros. Sentimos la cercanía de la gente, pero hacer el baile con gente es la esencia del cuarteto. Cantar así, como acá en Forja, nos llena el alma”.
Tamagnini es quien abrirá y cerrará el baile con los temas anteriormente mencionados y cantados a full por el público. Con entonaciones masivas, casi que la gente le tapó la voz de Pablito o “Tama”, como le dicen sus compañeros. La onda de la banda, del grupo, se percibe en miradas cómplices y gestos arriba y debajo del escenario.
Por ejemplo, el tecladista Abel Castellan, que estuvo en otras bandas de cuarteto, cuenta que lo enamoró la onda que hay entre todos: “Hacer música y pasarla bien es lo mejor”. Y hasta destacó una particularidad: entre los que suben al escenario la rompe una mujer con el trombón. Se llama Catalina Keilty, que es de Buenos Aires y ya fue “evangelizada” por el cuarteto. Se le ve el swing…
GRUPO, EQUIPO, CLAVE EN LA KONGA
“La hemos remado mucho”, reitera Nelson Aguirre. “Estuvimos más de un año sin hacer shows en vivo y fue duro para todos”, se sinceró. “Estamos unidos y estamos maduros. Si no te llevás bien… Por supuesto que hay discusiones como en cualquier empresa, pero es todo para mejorar”, asegura.
Eso de “llevarse bien” es un tema de siempre que, algunas veces, rompió grupos exitosos. Justo cuando estaban en la cresta de la ola. Lo sabe Diego Granadé. “Acá nos respetamos los tres cantantes, sabemos dónde está cada uno y qué tiene que hacer. Yo confío en mis compañeros y ellos confían en mí. Y ahí fluye todo”.
La historia de Diego es la historia del que no cree en imposibles. En los inicios de la banda, allá en Villa Dolores, cuando era percusionista y, de a poco, con hermosa terquedad, fue ganando lugares hasta llegar al micrófono. “Ja, ja, siempre he sido insistente. Estoy chochazo por eso. Yo creo que las etapas más lindas son las duras. Las que hemos pasado. Ahí se ve quién es quién, ja. Y este equipo superó esas malas”, se enorgullece Diego.
–En este momento del cuarteto, ¿en qué lugar ponés a La Konga?
–Siempre estuvimos enfocados en llegar lejos. Seguimos apuntando lejos. Queremos que el cuarteto se vaya al mundo. De Villa Dolores al mundo, ja. Respetamos a los colegas, a las otras bandas que hay. Todos los colegas han ido aportando. Hoy nos toca a nosotros aportar un granito de arena. Es un momento para disfrutar pero es un momento para que en La Konga hagamos las cosas de la mejor manera. Estamos cuidando mucho los detalles. El cuarteto está bien en Córdoba. De Villa Dolores al mundo, papá.
Diego suelta risas y le guiña el ojo a Pablo Tamagnini, el más buscado para las fotos. De hecho, los guardias que controlaban la barrera que separa el espacio del público en general con el de los cantantes tuvieron trabajo extra: el de ser psicólogos de cientos de mujeres que querían pasar a estar cerca de Pablo y a las que hubo que decirles que “no podían” pasar.
(La Voz)
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