El Juzgado Correccional 2, a cargo del juez Alejandro Salguero, emitió una sentencia condenatoria contra un cerrajero de 46 años por abusos sexuales simples reiterados a una joven de 18 años que trabajaba como empleada en su local de la zona sur de la ciudad y también realizaba tareas de limpieza en su domicilio en el barrio Malvinas.
La condena impuesta al acusado consiste en un año de prisión en suspenso, con la obligación de cumplir reglas de conducta durante dos años, entre las cuales se encuentra mantener su residencia y someterse al control del Patronato de Liberados de Pergamino.
Durante el proceso de juicio, el fiscal Fernando D’Elío presentó pruebas contundentes que demostraron la responsabilidad del cerrajero en los abusos sexuales perpetrados contra la joven empleada.
El relato de la víctima, apoyado por el testimonio de su madre y una prima, así como la ausencia de antecedentes del acusado, fueron elementos clave en la fundamentación de la sentencia.
El fiscal argumentó que los abusos ocurrieron durante el mes de septiembre de 2020, cuando el empleador realizaba insinuaciones y tocamientos inapropiados a la joven mientras la llevaba en su automóvil para realizar tareas de limpieza en una vivienda.
Dentro de esa morada se aprovechaba que estaban solos y la manoseaba para intentar mantener relaciones sexuales.
A pesar de la oposición de la víctima, los acosos continuaron en el lugar de trabajo y durante los traslados, llevando a la víctima a un estado de angustia y desesperación.
La muchacha tenía 18 años y el comerciante 43. La mujer necesitaba trabajar para lograr un sustento económico.
El juez Salguero destacó la valentía de la joven al relatar los hechos, subrayando la importancia de los testimonios de las víctimas en casos donde no hay testigos presenciales. Además, el magistrado consideró que la declaración de la víctima estuvo cargada de emociones, lo que reflejó la gravedad de los abusos sufridos y el impacto psicológico en la joven.
En contraposición, la defensa del cerrajero intentó desacreditar el testimonio de la víctima argumentando contradicciones y cuestionando la falta de pruebas contundentes. Sin embargo, el juez desestimó estas objeciones y respaldó la versión de la joven, concluyendo que la fiscalía había probado la ocurrencia de los hechos y la responsabilidad del acusado como autor de los mismos.
La sentencia destaca la importancia de abordar con seriedad y sensibilidad los casos de abuso sexual, reconociendo el impacto duradero que estas experiencias pueden tener en las víctimas.
La víctima siempre le dijo que no
La mujer fue víctima de una gran cantidad de insinuaciones sexuales, por parte del comerciante, y en todas las oportunidades respondió que no le interesaba tener relaciones con él.
Explicó que trabajó a lo largo de tres meses a las órdenes del cerrajero atendiendo el local y limpiando la casa.
La joven declaró en el juicio oral. En la audiencia recordó que la llevaba a la casa para hacer la limpieza y le pedía que se desprendiera la camisa y le tocaba las piernas por arriba de la ropa.
El acoso era constante. El sujeto salía del baño con los pantalones bajos, le mostraba en el teléfono celular videos pornográficos e incluso una vez le solicitó que lo acompañara a la ciudad de Colón, a lo que debió acceder, y en el viaje le iba tocando las piernas al tiempo que le preguntaba si le gustaban los “trios”.
Sostuvo que todas estas situaciones la ponían sumamente incómoda por lo que le contó a su prima lo que le estaba pasando y le pidió que cuando la llamase por teléfono esta la atendiese así lograba salir -al menos momentáneamente- de estas situaciones que a diario se repetían.
También refirió que constantemente le decía que tenía que dejar a su novio, como así también la mandaba a comprar lencería y zapatillas. Mencionó que la relación laboral culminó porque un día ella llegó a trabajar y el cerrajero le dijo que busque una casa para que se fueran a vivir juntos a lo que le respondió que estaba loco, que nunca estaría con él. Así fue como la despidió laboralmente. Seguidamente se fueron a hablar a la vuelta de la cerrajería, ella le devolvió un celular que el comerciante le había prestado (previo extraerle el chip), buscó su moto y se fue.
Visiblemente conmovida, prosiguió su declaración mencionando que al salir de allí se fue a la casa de un amigo, a quien le contó lo que había ocurrido y el muchacho le dijo que lo denunciara.
A esta altura del relato, la joven ya no pudo contener las lágrimas, bajó la mirada, frotó sus manos, pero no se detuvo en su deposición ante el juez, el fiscal, el acusado y su abogado defensor.
Contó que cuando le dijo a su novio todo lo que había vivido este no le creía, fundamentalmente por el vínculo que tenía con la familia de aquel (eran amigos), pero que después la llevó hasta la cerrajería a enfrentar al comerciante. Allí ambos se pusieron a discutir y el novio le requirió que la indemnizase por lo que había sucedido.
Volvió a llorar en la sala de audiencias cuando le preguntaron como se sentía al sufrir estos abusos. Ella dijo que no sabía lo que estaba pasando pero que siempre le dejó bien en claro que no quería tener nada con él y que este nunca pudo interpretar otra cosa.
Relato desgarrador
La víctima reconstruyó los padecimientos con los acosos por parte de su empleador, su juventud y la necesidad de conservar el trabajo para mantener la fuente de ingreso económico.
“Era mi primer trabajo. Necesitaba empezar a trabajar. Si no, no hubiera aguantado las cosas que aguanté” (sic). En ese lapso, en virtud de ello, refiere que hubo de responder, con diversas maniobras en la búsqueda del mejor modo, procurando dar signos de no aceptación a las propuestas del denunciado a los fines de intentar poner un freno a las acometidas de éste: “Me dijo que él me daba de todo y yo no le daba bola. Yo le dije que estaba confundido, que no iba a tener relaciones con él” (sic). En un segundo momento, y atravesado cierto umbral de atropello del otro y de afrenta sentida al comunicarle el demandado, según dice, que ya no contrataría sus servicios laborales [“Me dijo que si no le iba a dar cola, que no vaya más a trabajar” (sic)]; esos dichos se desprenden de las declaraciones con especialistas de la asesoría pericial (psicólogos).
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