Tal vez, un metro más, lo alcanzaba. Pero no. NO. La carrera tiene 400 metros y Alexis aguantó la presión con coraje y fortaleza física y mental. Le ganó por tres centésimas. Tres, la nada misma. Así, el flaco y siempre sonriente pibe de Pergamino, consiguió repetir la hazaña de Tokio donde, en la misma competencia, también se había llevado la de bronce.
Soledad, ya más tranquila, sacó la bandera argentina y lo recibió con los brazos abiertos en la primera fila. Su hijo, el amado Alexis, le había dado otra alegría a mamá. Y a todo un país otra vez.
De Paradeportes
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