Marta y Fernando eran un matrimonio de adultos mayores con muchas ganas de vivir y ver crecer a sus dos nietos; pero el coronavirus se los llevó casi al mismo tiempo tras un severo cuadro que los obligó a internarse juntos días atrás.
Llevaban sesenta años de casados y el Covid-19 se los llevó con pocas horas de diferencia; dejando a sus hijos Oscar y Marcelo con toda la impotencia de no poder haberlos acompañado en sus últimas horas ni al momento de su sepultura.
Incluso Fernando se vacunó previo a infectarse de coronavirus cuando ambos manifestaron síntomas de la enfermedad.
El jueves 8 de abril le aplicaron la vacuna con sus 88 años para inmunizarlo. A los pocos días, el sábado de esa misma semana, Marta manifestó síntomas leves como dolor de cuerpo y un ascenso tenue de la temperatura corporal a 37,2. No había perdido el olfato ni el gusto; pero así todo Oscar le hizo un test rápido en un laboratorio privado y le dio positivo. El domingo estuvieron bien con un estado gripal común y con los pequeños síntomas. Pero el lunes Marta manifestó mucha tos. El martes 13 ambos ingresaron a la sala de internación de la Clínica Pergamino. Marcelo, el hijo, rompió su aislamiento y estuvo acompañándolos en el centro de salud. Durante 24 horas estuvo cuidándolos hasta que los médicos recomendaron que fuera un agente sanitario quien se encargara de asistirlos. Las tomografías determinaron que ambos tenían un diagnóstico de neumonía bilateral muy complicada.
Fernando tenía los achaques propios de la edad con sus casi noventa años; pero Marta con diez años menos gozaba de una salud envidiable y con muchas ganas de vivir.
El jueves les anunciaron a los hijos que estaban diagnosticados con pacientes con cuadros agudos y complicados. El viernes a Fernando lo pasaron a terapia con un pronóstico irreversible; según el médico Bianchi. Marta también estaba con muchas complicaciones respiratorias.
El sábado a las ocho y media de la noche a los hijos les comunicaron el fallecimiento del padre.
Ellos tenían que seguir cumpliendo el aislamiento en el departamento familiar sin despedir al papá y delegando en familiares los trámites de su sepelio.
Mientras tanto aguardaban con expectativas que Marta pudiera sobrellevar la lucha contra la enfermedad; pero el lunes a la mañana llegó la mala noticia.
El único consuelo que les queda a los familiares es que un ser “todo poderoso” eligió llevarlos a los dos casi juntos al igual que lo habían estado en sus sesenta años de relación matrimonial
Fernando fue un reconocido sastre y comerciante de la tienda La Capital de Pueyrredón entre Alem y Luzuriaga.
Marta atendía el comercio a la par de él hasta que en un momento decidieron jubilarse y dedicarse a estar cerca de los nietos Estanislao y Gerónimo para verlos crecer.
Es una historia de vida de las tantas que nos deja la pandemia por Covid-19 donde ni siquiera el último adiós se le puede dar a las personas que no pueden sobrellevar las complicaciones sanitarias por la enfermedad.
La comunidad tiene que entender que en esta pandemia hay que extremar los cuidados tanto o más de lo que se cuidaban Fernando y Marta. Los hijos aseguran que han sido muy cuidadosos. Evidentemente este caso enseña que hay que ser más cuidadosos porque en el momento menos esperado este virus puede atacar y no da una segunda oportunidad.
La moraleja de Fernando y Marta tiene que servir para que nos cuidemos; que cuidemos a los adultos mayores; que lo más cercano que tenemos para combatir esta pandemia es la prevención.
Acompañamos a los hijos, Oscar y Marcelo; a sus nueras, Cecilia y Fernanda; y a los nietos, Estanislao y Gerónimo y a todos los allegados que los han tratado y conocido a lo largo de la vida de ambos.
Por Alfonso Godoy
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