El martes 25 de mayo a los 72 años falleció Elsa Moyano y a los tres días, el viernes, murió su marido y compañero de toda la vida, Argentino Labbate (83).
Otro matrimonio de adultos mayores que no lograron sobreponerse a los efectos devastadores que provocó en ellos el coronavirus.
Es una historia a similar a la de cientos de fallecidos en nuestra ciudad; decenas de miles en nuestro país y millones en todo el mundo; pero que impactan al conocer los relatos en primera persona.
Elsa y Argentino ya tenían aplicadas las primeras dosis de la vacuna y en el período que esperaban por el segundo componente, con todos los cuidados, se contagiaron de coronavirus.
Los primeros días de la enfermedad los transcurrieron de forma normal, pero cuando no tenían saturación adecuada de oxígeno en sangre tuvieron que ser internados en un centro de salud del cual no salieron con vida.
La primera en fallecer fue Elsa, quien venía de una operación coronaria reciente y su corazón no resistió los embates de la enfermedad.
Hasta el último minuto de su vida compartió la habitación con su marido; quien ya se encontraba con un cuadro clínico irreversible; según los reportes médicos.
Ambos integrantes del matrimonio se eligieron para compartir la vida y formar una familia y se fueron de este mundo casi al mismo tiempo.
Dejaron un legado de trabajo, amor, humildad y respeto y una familia integrada por sus dos hijos varones: Rolando y Marcelo; sus dos nueras y los cuatro nietos.
En diálogo con nuestro medio, su hijo Rolando expresó angustiado: “Eran adultos mayores con los achaques propios de la edad; pero esta enfermedad de mierda se los llevó. Es imposible saber como se han contagiado porque mi hermano (Marcelo) lo ha contraído casi en el mismo momento. Ellos no salían a ningún lado; más que a la vereda a tomar un poco de aire. Mi mamá fue asintomática hasta el sábado pasado. Previo a esos síntomas manifestados por ella los llevamos a hisopar a los dos porque mi padre presentaba síntomas. Mi mamá dio positivo, que carecía de síntomas, y mi papá un falso negativo en el test rápido de antígeno. Luego con un análisis de PCR confirmaron positivos a ambos. Mi padre tuvo un poco de tos, sin fiebre ni otros síntomas. Al tercer día de saber que dieron positivo de Covid-19 empezaron a tener muy baja saturación de oxígeno en sangre. El viernes de la semana anterior llamamos a una ambulancia de Medicar que ordenaron su traslado a la Clínica Pergamino para su intervención y al día siguiente mi mamá (sábado). Inicialmente estuvieron en habitaciones separadas y luego los pusieron juntos. De los dos quien estaba con mayores complicaciones era mi papá por la neumonía bilateral. Mi mamá venía de una intervención quirúrgica en el corazón donde le colocaron un stent. Ella por su cuadro coronario no logró sobreponerse y el martes falleció. El corazón no la acompañó. Y para el fallecimiento de mi mamá ya me habían anunciado que lo de mi papá era irreversible”
Rolando ya se había contagiado de Covid-19 y al haber superado la enfermedad podía estar asistiendo a los padres y acompañarlos en la internación. Marcelo, su hermano, mientras tanto se encontraba en la casa con neumonía. “Hace casi dos meses que mi esposa y yo tuvimos Covid-19 y nos encargamos de cuidarlos”.
El fallecimiento de los dos integrantes del matrimonio de adultos mayores impactó profundamente en la familia. “Es una cachetada tras otra. Es un golpe detrás de otro. Esta cepa del coronavirus no respeta edad ni nada: mucha gente se está muriendo. Hay que cuidarse mucho”.
Rolando Labbate mientras asistía a sus padres en la Clínica Pergamino vio el trabajo del personal de salud, desde los médicos, pasando por enfermeras y enfermeros e incluso mucamas y agentes de mantenimiento o administrativos. “La gente de sanidad está muy cansada, muy golpeada, muchos enfermos y una gran cantidad de gente que se muere. La atención de las médicas y médicos, enfermeras y enfermeros eran muy amables y procedían con mucha empatía al ponerse en el lugar del otro mientras atendían a los pacientes”.
Por Alfonso Godoy
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