La estrategia de los abogados defensores de Fernando Aita y Marcelo Barrionuevo está enfocada en convencer a los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal que no se cumplen los elementos de pruebas para que valoren los agravantes propuestos por la Fiscalía que los terminen condenando a prisión perpetua por el homicidio de Fernando Liguori.
El miércoles será la oportunidad de la lectura de los alegatos finales donde Luis Urbano Vidal y Hugo Oberti ensayen los argumentos donde no se dan las circunstancias previstas por la Ley penal para que se cumplan las figuras de homicidio criminis causa y de alevosía.
Por ese motivo, requerirán a los jueces Guillermo Burrone, Carlos Picco y Alejandro Burrone que sus clientes sean condenados al monto mínimo de pena previsto por la calificación de homicidio simple.
En la última jornada de audiencia oral el principal imputado, Fernando Aita, reconoció su participación en el crimen disparando contra la pareja de ciclistas, integrada por Liguori y su esposa Carolina Piperno, que terminó con la vida del empleado judicial en el camino rural cercano al antiguo predio de la fábrica de silos y norias, Tamequ.
Aita admitió que disparó contra Liguori sin intenciones de matar y con la finalidad de despojarlo de la bicicleta. En su declaración ante los magistrados culpó a su adicción a la cocaína que lo hizo cometer ese crimen en el medio de varias jornadas seguidas de consumo de esa sustancia y el robo de la bicicleta le servía para cambiarlo por más dosis.
Al admitir que baleó al ciclista terminó reconociendo que lo mató con sus disparos hacia el hombre montado al rodado al que apuntaba durante el ataque con una pistola nueve milímetros.
Frente a los jueces Burrone, Picco y Salguero y sometido a los interrogantes de la Fiscalía de Juicio y los abogados defensores, hizo énfasis en el estado de enajenación en el que estaba sumergido cuando terminó con la vida de Liguori.
Probablemente aconsejado por su abogado, el penalista mercedino Oberti, intentó convencer a los integrantes del Tribunal sobre “las intenciones”. Para eso apeló al recuerdo del crimen que terminó con la vida de su padre el 25 de octubre de 2004. Apeló a comparar los dos episodios para buscar conmover a los integrantes del fuero penal. Para Fernando Aita a su padre lo mató Eduardo Chamas con intenciones de quitarle la vida para que cesara con el hostigamiento de reclamarle una deuda usuraria frente a su verdulería de las inmediaciones de las avenidas De Mayo y Colón.
En sus dichos afirmó que el cómplice que corrió junto a él fue su consorte de causa, Marcelo Barrionuevo.
En favor de su cómplice mencionó que Barrionuevo no iba armado y la única pistola era la que empuñaba él y la que disparó hacia Liguori.
La condena previa a Amílcar Valente, el conductor de la camioneta, a 15 años de prisión en juicio abreviado dejó involucrados como autores principales a Aita y Barrionuevo.
Al momento de dar su versión, el principal imputado del crimen salió al cruce de algunos dichos de Valente.
Se ocupó de negar que Barrionuevo haya accionado el freno para obligar a que Valente detenga la camioneta y señaló al conductor del vehículo como el dueño de la pistola Taurus con la que se cometió el crimen.
La búsqueda de eximentes de los agravantes lo llevó a decir que corrió disparando la pistola hacia la rueda trasera de la bicicleta con intenciones que le impidiera al ciclista continuar la huida montado al rodado y despojarlo de ese bien.
Dejó en mano de su abogado, Hugo Oberti, la posibilidad de justificar que el disparo que ingresó en la parte alta de la espalda fue disparado a baja altura.
La principal testigo
La declaración de Carolina Piperno como principal testigo del crimen de su marido, es lo que logra sostener los elementos de prueba que le dan sustento a los agravantes de homicidio criminis causa y alevosía.
Piperno contó en la sala de audiencias que se cruzaron con una camioneta en sentido contrario. Es necesario aclarar que la pick up con los hampones circulaba en sentido Fontezuela – Pergamino y la pareja de ciclistas estaba pedaleando desde el Gabín hacia esa localidad por el camino rural paralelo a la ruta 8.
Ella vio el vehículo a gran velocidad que les dejó una gran polvareda de tierra al cruzarlos.
Instantes después su esposo, Fernando Liguori, le dijo imperativamente que pedaleara fuerte para escapar de dos sujetos que venían tras ellos con intenciones de despojarlos de las bicicletas.
Tal como relató la mujer: empezaron a darle envión a los rodados con intenciones de escapar de los malvivientes que venían desde atrás.
La esposa de Liguori, en su descripción, introduce la posibilidad de las dos armas de fuego ya que da cuentas que los disparos los escuchó en forma simultánea.
Piperno describió que escuchó cuatro disparos en un espacio de tiempo e instantes después otra misma cantidad de detonaciones. Para ella se daban simultáneamente como que había dos armas que detonaban proyectiles.
El marido cayó abatido y los malhechores regresaron sobre sus pasos en forma rápida a la camioneta, cuyo conductor la puso en movimiento a gran velocidad.
La Fiscalía sostendrá mucho el pedido de agravantes citando las declaraciones de Piperno ya que ella da cuenta de la posibilidad que ambos convictos podrían empuñar armas de fuego; que dispararon por la espalda, a una distancia menor a cincuenta metros y con las intenciones de despojarlos de las pertenencias.
La legislación establece que la figura penal: criminis causa es un homicidio que se comete para preparar, facilitar, consumar u ocultar otro delito, o para asegurar sus resultados o procurar la impunidad para sí o para otro. Los disparos letales para intentar robar las bicicletas sostienen este agravante propuesto por la acusación.
En tanto, la alevosía encuentra su andamiaje en la reconstrucción objetiva de los hechos donde los dos pasajeros de esa camioneta corrieron por la espalda y empuñando armas de fuego para dispararle hasta darle muerte a corta distancia a Liguori; quien intentaba escapar de los ladrones.
Pruebas contundentes
La contundencia de la evidencia involucró en forma precisa la camioneta en la que se movilizaban los hampones, por los relatos de testigos que escucharon ruidos del motor y se la cruzaron. Luego las imágenes de cámaras de seguridad consolidaron esos indicios identificando al vehículo huir por las cercanías al Gabín.
En cuestión de horas individualizaron al propietario y allanaron el taller mecánico donde llevó a reparar la Ford F-100.
El dueño del vehículo declaró en su causa que terminó con una participación secundaria en los delitos de homicidio criminis causa y alevosía. Este expediente se incorporó como prueba documental y no se ventiló la declaración de Amílcar Valente en el debate. Las personas que si dieron la versión del conductor de la pick up fueron su novia y el mecánico. Ellos reconstruyeron el relato de Valente, quien hizo la crónica de lo ocurrido y señalaron a los dos imputados como las personas que iban como pasajeros en el habitáculo y descendieron para intentar robarles las bicicletas a los integrantes de la pareja de ciclistas.
En esas declaraciones también hay elementos que ayudan a consolidar las pruebas para consolidar las figuras penales que contemplan los agravantes de criminis causa y alevosía.
El motociclista y los ciclistas que fueron llegando en auxilio a la mujer dieron cuenta de los dichos de la esposa de la víctima tras el atraco para no dejar dudas sobre un intento de robo que terminó en un homicidio por la espalda.
Estas personas fueron quienes llamaron a los servicios de emergencias policiales y comenzó una investigación que en poco tiempo esclareció lo ocurrido gracias a las grandes repercusiones generadas por el episodio de sangre que conmovió a todo el país y se realizaron marchas.
Pablo Liguori
El hermano de la víctima, Pablo Liguori, respondió al pedido de disculpas del acusado de disparar fatalmente a Fernando, realizado el viernes en su declaración en el juicio.
Lejos de aceptar el requerimiento del acusado, pidió una condena a prisión perpetua. “La verdad que, con respecto a la declaración de Aita, ni poniendo mi alma y mi corazón en el mejor momento puedo llegar a tomar el pedido de perdón que hizo públicamente. Es un ser desagradable, asesino, y que en esta vida no tiene más nada que hacer. Tanto él, como Barrionuevo, que se bajó de la chata con la misma intención de matar. Ambos tienen que recibir una condena de prisión perpetua y que no salgan nunca más de la cárcel. Y el perdón se lo tiene que dar Dios, no se lo tengo que dar yo. El perdón lo tiene que buscar él con Dios. Y creo que a Dios no lo conoce, solamente conoce al diablo porque de la forma que está criado, con diablos alrededor, y Dios en esos lugares no se acerca. Y el más te voy a decir, el diablo le soltó la mano, quedó solo. Y las estrategias del diablo son malísimas. Queriendo embarrar la cancha, queriendo ensuciar al de la chata ahora. Estos seres en esta vida ya no tienen más nada que hacer. Porque aparte es perjudicial para todos. Fue perjudicial para Poroto (Fernando Liguori) y el día de mañana puede ser perjudicial para cualquier otro. Que espero que así no sea. Y que la justicia actúe de la forma que tiene que actuar. Y es perpetua para estos dos seres que directamente no tienen alma. Son Inhumanos”, concluyó Liguori representando el sentimiento familiar.
Horacio Oldani
El fiscal Horacio Oldani valoró la primera parte del juicio que se circunscribió producir la prueba existente sobre el homicidio. “De mi parte creo que fue un debate que se celebró de manera correcta, con buenas armas, con firmeza de parte de todas las partes”, expresó sobre el desarrollo de las dos audiencias iniciales.
La declaración del principal imputado, Fernando Aita Valiente, para la Fiscalía fue satisfactorio porque el acusado no tuvo otra alternativa que brindar su punto de vista para lograr eximentes frente al cúmulo de evidencias que lo terminaron involucrando. “El hecho de haber declarado y admitido, en mi caso, es una satisfacción porque creo que se vio abrumado por la prueba e intentó hacer una defensa poniendo algunos condimentos que son invaluables a esta altura. Pero sí que haberse puesto en la escena del hecho, haber admitido que fue el que disparó el arma, haber admitido que robaron, haber admitido que mató por la espalda, son circunstancias que me parecen muy destacadas. Siento otra vez la misma satisfacción de lograr que un imputado reconozca su participación durante la audiencia de juicio oral y público. En un juicio por jurado se logró que al final uno de los acusados declarara y admitiera el hecho. Y ahora me tocó en esta oportunidad lo mismo. Tal como les dije a María Eugenia Tocalini y Fernando Pertierra, los funcionarios que trabajan conmigo: los juicios no se ganan el día del debate, se ganan trabajando todos los días, desde el primer momento que ocurren. Durante el proceso se fueron generando suficientes pruebas para que hasta los mismos imputados no tengan otra posibilidad que admitir la responsabilidad por lo que hicieron. Así que hay una gran satisfacción por el trabajo del equipo y de la policía y de todo lo que trabajaron para ayudarnos a esclarecerlo. Después lo que vaya a fallar el tribunal ya no está en nuestras manos, no está en nuestras posibilidades de decirlo, pero sí que le presentamos suficientes pruebas como para lograr que tengan una condena justa”, concluyó el fiscal subrogante de la Fiscalía 1 que desde el primer momento trabajó en forma mancomunada con las fuerzas locales y bonaerenses para esclarecer el crimen de Fernando Liguori.
Sigue el lunes y miércoles
El lunes será la tercera jornada de juicio oral en la que se producirá toda la prueba respecto a la seguidilla de robos que les imputan a Aita y a Barrinuevo; que el principal imputado admitió.
El miércoles en la misma sala de audiencias del Tribunal Oral en lo Criminal las partes darán a conocer los alegatos finales, donde la Fiscalía requerirá la máxima condena a ambos por considerar a Aita y Barrionuevo autores penalmente responsables de los delitos de homicidio criminis causa y agravado por alevosía; que prevén penas de prisión perpetua. Seguramente desde la defensa de los imputados ensayarán los argumentos por los cuales los jueces deben condenar por la pena más leve.
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