“Pienso que es fundamental el rol que siempre tiene la juventud de motorizar continuamente cuestionamientos para replantearnos cómo funcionan las cosas y poder concebir con ambición nuevas alternativas. No dando por sentado lo establecido y pensando siempre que a través del entendimiento concreto del mundo que nos rodea y la innovación se pueden lograr transformaciones efectivas en pos del bienestar común”. Con estas palabras daba inicio a una entrevista con este medio el científico argentino Jerónimo Batista Bucher.
Graduado como abanderado nacional en la Escuela Técnica ORT de Belgrano, se interesó desde chico por las disciplinas que hoy lo apasionan. Comenzó a los 12 años en olimpíadas de ciencia y biología donde competía a nivel nacional, americano e internacional sobre temas que fueron “desde la ecología liquénica en una isla de Chile hasta la disociación molecular en un laboratorio de física de partículas en Israel”.
En 2019, cuando tenía 21 años, fue elegido por la Universidad de Harvard y el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) como uno de los 100 Líderes del Futuro a nivel mundial. Pero la de Harvard y el MIT no fue la primera distinción que recibió, en 2017 estuvo en Berlín como representante en la cumbre de jóvenes del G20.
“Experiencias como la de representar al país en la cumbre mundial del G20 en Alemania en 2017 o haber podido aprender de premios Nobel y referentes científicos e industriales en el MIT y Harvard, verdaderamente son muy enriquecedoras porque me han permitido entender problemáticas mundiales que tienen expresiones muy diferentes en cada parte del mundo a través de ópticas distintas. Poder pensar desde varios puntos de vista soluciones concretas que puedan aplicarse en cada contexto”, remarcó el joven de 24 años que en la actualidad se encuentra finalizando sus estudios de Ingeniería electrónica y Biotecnología en la Universidad de San Martín (UnSam).
“Desde la curiosidad y el ir familiarizándome no solamente con las enormes potencialidades que tenemos con el pensamiento científico para comprender distintas realidades sino también con herramientas prácticas tecnológicas para poder cambiarlas, fue que comencé a enfocarme en proyectos que pudieran aportar por ese lado”, indicó.
En 2016, Bucher creó -y aún dirige- Henko, una startup que busca generar desarrollos e iniciativas para lograr, a través de la ciencia y la tecnología, un impacto positivo a nivel social y ambiental al través de la sustentabilidad. A través de esa iniciativa -que significa “cambio”, en japonés- recibió diversas distinciones de la Cámara de Diputados de La Nación, el Ministerio de Producción de la Nación, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable, el Honorable Concejo Deliberante de Vicente López, entre otras.
A los 18 años, ideó una máquina para fabricar vasos ecológicos, que llamó “Souri”, en el marco de un proyecto contra la contaminación ambiental (fue por esta iniciativa contra la contaminación plástica que fue fichado por Harvard y el MIT). “Son una alternativa a los vasos de plástico descartables; se descomponen naturalmente en menos de dos semanas y son producidos a partir de extractos de algas marinas”, relató el joven científico.
Proyecto “Sorui”
El protagonismo medioambiental de Bucher comenzó a los 18, cuando terminaba el secundario en ORT y metrificaba los vasitos plásticos de dispensers de agua que al final de cada jornada rebalsaban los tachos de la escuela. Luego de hacer cuentas, concluyó que cada año, en tan sólo un colegio de la Ciudad de Buenos Aires se generaban 600 kilos de esos residuos plásticos. Y que, multiplicando por los vasos usados una sola vez en todas las escuelas del país, en oficinas, industrias, instituciones médicas y en tantos etcéteras, eran miles de millones las unidades que tardaban cientos de años en desintegrarse.
“Fui interiorizándome en el mundo de la contaminación plástica del que recién comenzamos a ver la punta de un iceberg. Siendo que estos desechos nunca se reintegran a la naturaleza y además de degradar los ecosistemas se convierten en microplásticos que se encuentran en el agua que tomamos, en nuestros alimentos y hasta en el aire que respiramos”, recordó.
Y añadió: “A partir de la estimación mundial de que cada persona ingiere semanalmente unos cinco gramos de plástico, se encontró el año pasado que esas micropartículas están presentes en nuestra sangre y el riesgo que esto conlleva para nuestra salud recién lo estamos empezando a dimensionar. Desde esa primera idea la iniciativa fue creciendo y consolidándose logrando un gran impulso al armar un laboratorio de desarrollo aplicado en el campus de mi universidad y articular con especialistas y profesionales de múltiples disciplinas”.
Gracias a esto, es que ahora Jerónimo y su equipo están optimizando la solución en vistas de expandir su implementación y lograr el impacto concreto que motivó su surgimiento. “Actualmente -constató-, estamos trabajando para incorporar como materia prima una especie exótica invasora de algas que se encuentra expandiéndose en la Costa Atlántica Patagónica (llamada Undaria pinnatifida), apuntando a poder reducir el impacto que esta produce en las ciudades costeras y los ecosistemas del mar argentino y generando un valor agregado a través del biomaterial compostable”.
Peticionar para políticas públicas
En el 2019, Jerónimo hizo una petición en la plataforma Change.org para una regulación que apunte a “ir eliminando progresivamente los descartables plásticos, bolsas, sorbetes, revolvedores de café, productos tan efímeros que usamos en segundos y se hacen con recursos finitos no renovables”. “Es una petición pública (que hoy cuenta con casi 80 mil firmas) enfocada en impulsar la regulación progresiva de los descartables plásticos”, dijo.
Eso lo llevó a pensar a nivel del Estado e impulsó la campaña “Argentina No Descarta”, para promover avances legislativos participativos en este sentido y brinda herramientas a los municipios para lograrlo, tanto para concejales como para ciudadanos. “Luego -continuó- comenzó a expandirse junto al grupo Ínaco Argentina y a sumar el apoyo de distintas organizaciones y creamos una plataforma web con material de acceso libre para que ciudades y pueblos de todo el país puedan implementar este avance y evitar la contaminación causada por estos residuos”.
Allí, se puede acceder a recursos y herramientas abiertas desde información del problema y un modelo de ordenanza editable hasta guías para implementar esa transición y un mapa con todos los casos aprobados en este tiempo para descargar (incluyendo ciudades como Neuquén, Rosario, Mendoza, Puerto Madryn o La Plata).
Jóvenes por el cambio
El cambio climático representa uno de los problemas decisivos de esta generación. Cada uno puede poner de su parte para dejar de dañar el medio ambiente, y algunas de las personas que más entusiasmo demuestran en la acción por el clima son los jóvenes. Sin embargo, para Jerónimo, su trabajo no basta.
“Muchas veces se dice que los jóvenes de hoy tienen más consciencia y que por eso en el futuro las cosas van a estar mejor. Pero también es real que cuando se trata de la crisis climática, no alcanza con ser conscientes. Sobre todo con una realidad tan crítica que implica grandes impactos sociales y económicos. Necesitamos realmente un compromiso de solidaridad intergeneracional para empezar a construir conjuntamente en el presente una transición sistémica que se torna ineludible”, aseveró.
Consultado sobre su futuro, el joven aseguró que cuando finalice sus estudios su foco va a estar puesto en “forjar iniciativas con ciencia y conciencia en Argentina”. “Poder contribuir desde la transferencia tecnológica y el fomento de la toma de decisiones basadas en evidencia a un desarrollo sustentable y soberano en el país. Asumiendo, a partir del privilegio del saber, la responsabilidad de actuar e integrando transversalmente estas perspectivas para ir construyendo un avance que sea ambientalmente responsable y socialmente justo”, finalizó.
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