María Eugenia Vidal fue candidata a gobernadora en el 2015 porque solo Jorge Macri quería serlo, y no era viable que la presidencia y la gobernación fueran peleadas con el mismo apellido. Gabriela Michetti había sido elegida en primer lugar, pero ella no aceptó la oferta. Creía que buscaban sacársela de encima y se negó.
Nadie sabía muy bien qué hacer y Emilio Monzó tiró en la mesa el nombre de Vidal. En febrero de 2014 ya hay declaraciones de ella en la provincia, cuando empezó a caminar la provincia de Buenos Aires y solo era conocida por el 5% del electorado. Por eso anduvo varias veces acompañada por la senadora Michetti, que sí era conocida.
La situación hoy es bien distinta. Si antes hubo que sacar de la galera un candidato, ahora hay de más. Está más que nunca en carrera el intendente de Vicente López: ahora que no se presentará su primo como candidato a presidente, cree que es su momento. Pero se le sumaron varios más. El hoy retirado de los cargos Monzó, histórico archienemigo de Jorge Macri; Cristian Ritondo, actual presidente del bloque PRO en la Cámara de Diputados y ex ministro de Seguridad bonaerense que llevó adelante una gestión de alto perfil; Diego Santilli, actual vicejefe de Gobierno porteño y ministro de Seguridad en la Ciudad, que aunque asegura que no quiere ser, participó de varias reuniones con referentes bonaerenses.
Cada tanto suenan Miguel Ángel Pichetto y Joaquín de la Torre, aunque ambos juntaron sus fuerzas y se encaminarían a diseñar una pata peronista para integrar Juntos por el Cambio con dirigentes que se hayan alejado del Frente Renovador que hoy es parte del Frente de Todos, dos espacios donde anida la decepción. Hasta los radicales Maxilimiliano Abad y Gustavo Posse están esperando poder votar en una interna para dirimir cuál de ellos será el candidato por la UCR.
Nadie menciona a Vidal. Todo indicaría que sería la candidata a primera diputada por Juntos por el Cambio en las legislativas del año próximo, porque su presencia desactiva las internas y unifica el espacio. Aunque ella no lo explicita. Otros dicen que iría de candidata a legisladora por la Ciudad y no faltan los que directamente no están seguros de que quiera seguir en política, arropada por un vínculo afectivo que le permite, incluso, dedicarse a su familia como nunca pudo.
Hay consenso, de todos modos, en que si el 2021 está lejos, el 2023 queda algo así como en el siglo próximo, una instancia imposible de proyectar en cualquier parte del mundo, mucho más en la Argentina de la incertidumbre financiera. Aún así, son tiempos de agitación del lado opositor en la provincia de Buenos Aires. Los Zooms se suceden, hay cruces, idas, vueltas, reuniones presenciales en Uspallata, en intendencias, en despachos de diputados y senadores, incluso en protegidos rincones al aire libre de bares y restaurantes, ya que se trata de conversaciones que necesitan reserva.
Es que si bien cuando Vidal entregó la banda del gobernador a Axel Kicillof en Juntos por el Cambio imaginaban un largo y estoico camino a la irrelevancia, a menos de un año la calle les empezó a decir que no es imposible ganar en el 2021. “La coalición tiene 59 intendencias, de las cuales 22 son del PRO, 800 concejales y 400 consejeros escolares, además de mayoría en el senado provincial y una capilaridad en muchos distritos importantes donde perdimos de la que carecíamos en el 2015, ¿cómo no vamos a estar en condiciones de ganar en el 2021 y recuperar la provincia dos años después?”, dijo Jorge Macri en el Campus Virtual Nacional del PRO que sesionó a lo largo de toda la tarde de ayer.
En 2019, la candidatura presidencial de Mauricio Macri obtuvo 36% en la Provincia y Vidal no llegó a 39%. “Otro hubiera sido el cantar si ellos se hubieran jugado por hacer campaña en Buenos Aires. En Córdoba, Macri sacó 63% de los votos, aunque es verdad que estaba muy difícil en medio de la situación económica”, explicó un dirigente bonaerense del PRO. “Sin garantías para tener un fiscal por mesa todo era inviable en la tercera sección electoral, capital nacional del kirchnerismo”, aseguró otro.
Como sea, hoy lo destacable es la nueva horizontalidad que busca hacerse oír. Antes, un llamado del secretario de un funcionario del Gobierno nacional bastaba para ordenar votar a favor o en contra en los concejos deliberantes de las intendencias. Hoy la Casa Rosada tiene otros inquilinos y nadie se siente menos que ninguno. Nadie reconoce ningún jefe y cada quien está armando su propio espacio, que se organiza con otros más, y así arman grupos más grandes o más chicos, que ya no se dejarán influir por la lapicera de nadie.
Los senadores Roberto Costa y Lucas Fiorini, por caso, empezaron a fraguarse una nueva camada decidida a darle prioridad a la territorialidad, construyendo “de abajo hacia arriba”, y ya armaron una agrupación que lleva el nombre de Unidos y tienen juntas promotoras en las ocho secciones electorales.
Los dirigentes de la Tercera Sección Electoral “Sin Tierra” Pablo Alaniz (Florencio Varela), Evert van Tooren (Esteban Echeverría) y Julián Amendolaggine (Berazategui), junto a Martiniano Molina (Quilmes) y Alejandro Finocchiaro (La Matanza) se juramentaron que no van a andar más solos y se están organizando para defender sus estructuras construidas con esfuerzo en esos territorios hostiles.
Pero los ejemplos son infinitos. El viernes Jorge Macri y Néstor Grindetti se reunieron con Vidal y Horacio Rodríguez Larreta para acordar que no decidirán por encima de ellos los candidatos del 2021 ni los del 2023. Antes, los dos intendentes del conurbano armaron el Grupo Dorrego junto a Diego Valenzuela y Julio Garro, más Nicolás Ducoté (Pilar), Ramiro Tagliaferro (Morón) y el ya mencionado Molina, como forma de transformarse en faro de distribución de poder político en todos los espacios provinciales, desde el congreso hasta los consejos escolares.
Ritondo dedicó su viernes a un encuentro con los diputados bonaerenses Alex Campbell (San Fernando), Carolina Píparo (La Plata), Matías Ranzini (Zárate) y Adrián Urreli (Lanús) más Santiago López Medrano (San Martín), en un encuentro que no es un armado propio, pero que exhibe movimiento de dirigentes políticos desconocidos fuera de su ámbito, pero que ahora empiezan a tallar en las decisiones.
El contexto es lo que genera efusividad en retomar el camino al poder en la provincia, a pesar de que los números todavía suenan a quimera. Una consultora como Analogías, muy ligada al Frente de Todos, aseguró que en setiembre Kicillof tenía 60.3% de imagen positiva entre la población bonaerense y solo 38.7% de imagen negativa. Otra menos conocida, Reyes-Filadoro concluyó que si las elecciones legislativas en la provincia fueran hoy, el Frente de Todos arrasaría con 49% y Juntos por el Cambio apenas 32%.
En la oposición saben que van de atrás, no solo porque la población no está pensando en política ahora, sino además porque aún no hay candidatos ni figuras que se destaquen en tiempos de horizontalidad. Para algunos no hay ninguna chance, otros están convencidos de que con un esfuerzo territorial que nunca se hizo, la victoria es posible. “Es más fácil tener un candidato competitivo que garantizar boletas y fiscales”, precisaron.
Mientras tanto, ¿qué pasará con Mauricio Macri? Ninguno de los dirigentes más o menos conocidos con los que habló Infobae lo contempló en alguna lista. Incluso alguien puntualizó que “él sabe que no puede ser candidato en ningún lado, porque la discusión se concentraría en la economía que no pudo sacar adelante”. Su liderazgo, sin embargo, es ineludible, porque fue quien en el 2003 empezó a armar un partido y 12 años después ganó las elecciones. Cómo procesará su rol hacia el futuro es una incógnita que nadie todavía puede despejar.
Fuente: Silvia Mercado (Infobae)
Comentarios