Pergamino, 25 de noviembre del 2024

Vendedores de drogas, liderados por una mujer, van a juicio con una docena de imputados

El fiscal Francisco les imputa el delito de asociación ilícita a una joven de 33 años, sus dos hermanos, el padre, su cuñado y tres policías; entre otros involucrados en una compleja organización criminal dedicada al comercio ilegal de estupefacientes.

Lunes 27 de noviembre de 2023
Por redacción Real 365

Una joven de 33 años, sus dos hermanos, el padre, el cuñado y al menos siete personas más irán a juicio por integrar una compleja organización criminal dedicada a la venta de drogas al menudeo en nuestra ciudad.
La investigación del fiscal Francisco Furnari se desarrolló durante dos años con escuchas telefónicas y seguimientos encubiertos de los domicilios de las personas investigadas.
La Policía logró reunir una gran cantidad de indicios para conectar las relaciones familiares, personales y de asociación criminal entre los imputados.
La pesquisa individualizó a dos hermanas mujeres y un varón como los coordinadores de la venta de dosis de drogas al menudeo y como eslabones secundarios de esa cadena ilícita está el padre; tres agentes policiales y varias personas encargados de llevar a domicilio las dosis bajo parámetros organizacionales muy cuidados.
La causa tiene una gran cantidad de implicados porque cada uno tenía un rol determinado en la asociación ilícita.
Las desgravaciones de escuchas telefónicas y mensajes de texto y audios de Whatsapp la muestran como la líder familiar y criminal.
La joven de 33 años, apodada cariñosa y familiarmente como “la gorda”, tenía como su principal ladera y tesorera a su hermana (31), a quien denominan afectivamente como “flaca”. El hermano tenía a su cargo la logística y los trabajos más pesados de la organización.
Los de afuera hablaban de ella como “la broda”, utilizando una derivación de la palabra que en inglés denomina a hermano: “brother”. Pero, tanto para los compradores, los distribuidores y los que la trataron: era una mujer de decisión, coraje, sangre fría a la hora de tomar decisiones y muy protectora de su grupo familiar.
Durante los dos años de escuchas telefónicas atravesaron un litigio legal con el hermano, el protegido, por un siniestro vial. La decidida joven fue quien tomó las riendas de la resolución del conflicto resarciendo a la víctima a través de acuerdos legales mediando una abogada de la matrícula pergaminense.
También, era el cerebro de la banda. A ella recurrían permanentemente ante eventualidades que requerían un movimiento de piezas de la organización que funcionaba como un juego de ajedrez con todos los pasos pensados en función de las jugadas del otro lado.
La ingeniería criminal contaba con un articulado funcionamiento en el que estaban asignadas funciones a todos los participantes sin que se salieran de sus andariveles.
En el espinel criminal cada sujeto que hacía el trabajo de delivery tenía que tener su moto para el reparto; su teléfono celular con determinada lista de contactos que eran los clientes y no venderle más que a ellos.
Los horarios en los que hacían la venta a consumidores estaba determinado cada vez que le asignaban la función de “repartidores”.
Al tener en esos teléfonos celulares una lista determinada de consumidores agendado: los estados de Whatsapp sólo eran vistos por ellos. Por ese motivo utilizaban esa plataforma para dar a conocer las actualizaciones de cuando les llegaba marihuana o cocaína y a que precio la vendían. Siempre utilizando palabras claves para hablar de la cocaína con términos femeninos (ella) y la hierba en masculino, por la asociación con “el faso”. Los cogollos de la hierba se denominan genéricamente como “flores” y así cotizan en el mercado para saber cuánto está cada unidad o la promoción al comprar en cantidad. A las dosis de cocaína con términos femeninos la pueden llamar “la remera” o cualquier denominación que haga referencia a “ella”.
Lo cierto es que la organización podía responder en forma dinámica a cualquier inconveniente y una vez que llegaba la inquietud a la “jefa”, ella la resolvía con celeridad protegiendo primero a sus familiares y a los soldados de su organización.
Podía pasar que en un retén de controles vehiculares le hayan retenido la moto a un “delivery” y ella decidiera buscar otro vehículo de similares características a través de conocidos que le aportaban “herramientas” para la logística.
También, otro imprevisto son las averías que requieren permanente asistencia económica para las reparaciones, pero lo resuelven a través de las indicaciones que brinda ella sobre donde, cuando y como debe hacerse.
En las conversaciones han compartido reflexiones sobre las mejores ideas de trasladar “con carpa” (disimuladamente) las dosis. Una de esas ingeniosas maniobras era usar las mochilas de la reconocida marca de reparto a domicilio “Pedidos Ya”. Así podían esconderla entre otros bultos de comidas o bebidas.
Pero todo pasa por la mujer que con 33 años enfrenta su primer proceso penal como líder de una banda dedicada al narco menudeo. Ella está con arresto domiciliario porque tiene un hijo de edad de amamantamiento que requiere su asistencia permanente. Su hermana, el hermano y el padre están en unidades penales esperando el juicio.
Los tres policías involucrados tienen distintos grados de responsabilidades que no todos estaban involucrados en la actividad narco-criminal. Hay una agente, con una vinculación afectiva con el hermano, que si estaría imputada por ciertas complicidades al brindarle datos de la operatividad de la fuerza policial.

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